Escribir una despedida es difícil. Sientes la responsabilidad de atrapar con palabras lo que ha significado los más de siete años de vida de La Casa Ensamblá, de no olvidar mencionar tantas y tantas personas que han formado parte del proyecto. Sin embargo, gracias a este vídeo, inesperado regalo de Nora Daoud y Marta Orta, dos (ex) habitantes y fragmentos del alma comunal de la casa, me lo han puesto más fácil.
El proyecto, tal y como nos recuerda el vídeo, nació en una crisis. Aquella, la económica, esa que dicen que se ha ido. Y se va en otra. Sin embargo, en lo referente a la cultura, no creo que sea un ciclo, sino una constante. La cultura en Sevilla entiende poco de bonanzas y mucho de resistencia. Solo es un apunte; esta no es la típica despedida final con denuncia y corte de mangas incluido. Y motivos sobran, pero el proyecto no cierra por falta de público, ni falta de sostenibilidad, ni falta de artistas. Es algo más sencillo. Simplemente la propiedad necesita disponer del espacio.
¿Por qué es importante ese detalle?
Porque en Sevilla hay un público ansioso de que le sorprendan, personas que cruzarán el umbral de tu proyecto deseando ver propuestas nuevas, locas, anhelando que les llenes de emoción, recuerdos, anécdotas irrepetibles. Descubrir rincones y disciplinas que pensaban imposibles. Porque Sevilla está repleta de artistas, de poetas, de actrices, de actores, de cantaores y cantaoras, bailarinas, pintores, guitarristas, pianistas, cantantes, escritores y escritoras, improvisadores, programadores culturales, bailaoras, bailaores…Un mundo de superhéroes y superheroínas que pasan casi desapercibidos en tu día a día, sin embargo, viven dejándose la piel por su arte, trabajando, ensayando, sacrificándose por aprender más, por llegar a más personas, por ser mejores. En un escenario, sobre cualquier escenario, por mínimo que sea, son capaces de volar. Y hacerte volar con ellos. Tú solo dales un espacio, lo más sencillo, y déjate sorprender.
Con todo esto quiero decir que la Casa Ensamblá no era importante; solo un acto de generación espontánea, una consecuencia obvia ante ese océano de arte que recorre las calles de Sevilla, del que solo pudimos mostraros apenas la superficie. Hay tanto que ver aún, tanto que hacer, que solo puedo animar a cualquiera a que se atreva. Os garantizo los mejores años de vuestra vida, podéis contar con mi ayuda pero, lo más importante, con la de otros gestores culturales extraordinarios que tendrás a tu lado, enseñándote y proponiendo tantas locuras que apenas tendrás tiempo de programar. Porque la casa no sería nada sin la suerte de contar con el apoyo constante de personas como Gome Utrera, Maika Kubo, Adèle Brugidou, Sara Robles Sánchez-Lafuente, Camille Cartier, Compañía Sin Telón, Teatro espontáneo, La Barca Otro Teatro, Almudena Blanco González, Sandra García, Victoria Lascuer, Nora Daoud y Soukaina Sentissi de Azimut, @Iván Vergara Web (Appu Placa), Rocío Garrido , Patricia Davis, María Luisa Pariboni (Magüibi Serendipity), Improductivos Teatro, Fran Machado, Irene Pérez, Javi Durán, Simona Sempreverde, @Sara Zanini (Sarita Zaboubou), Quartieri Spagnoli, German Teca, Falín Galán, David Sergio Del Real Segura, Germán Santori, Fernando Mérides (AKA Javi Berger)…y muchos, muchas más, no menos importantes y a los que ya estoy pidiendo disculpas por la omisión.
Como despedida, solo una palabra dedicada a todos y todas, no hay otra mejor para definir lo que se siente: gracias. Gracias también a los habitantes de la casa, los niños perdidos, como bien dice Glauka Kivara, una selección irrepetible de personajes que se enamoraron de la idea absurda de vivir en una casa en la que podías tener un poeta desnudo en tu cocina, un cuadro flamenco en tu salón o bailarines aéreos danzando en las paredes de tu patio. Nada hubiese sido posible sin ellos, sin ellas.
Nos vemos en la próxima. Habrá, os lo puedo asegurar.
Juansa García